martes, 15 de mayo de 2012

Como renunciar al trabajo sin dejar de trabajar



En algún momento de nuestras vidas, sin importar a que edad, nos asalta inevitablemente el "peso de tener que ir a trabajar". Necesitamos vacaciones en el mejor de los casos pero en verdad lo que deseamos de corazón es renunciar. O si estamos en busca de trabajo nos desmoralizamos frente a las ofertas que encontramos en una hoja de diario o en internet. No podemos engañarnos, nuestro/a niño/a grita: ¡no quiero trabajar!. Pero ¡¿como puede ser?! si nos han enseñado que el trabajo es salud, que el trabajo dignifica al hombre y bla bla bla....
Entonces si sabemos que debemos seguir a nuestro corazón y nuestro corazón- niño grita que no quiere trabajar...¿que vamos a hacer? ¿de que viviremos?....
Seguramente el problema nace de la carga que tiene la palabra trabajo desde el nacimiento de los primeros estados centralizados y máxime desde la revolución industrial para acá. Antes la gente no pensaba en tomarse vacaciones porque su trabajo era parte de su vida, era una expresión de su ser, creativo y juguetón. No había una separación entre el tiempo de ocio y negocio como lo concretó la modernidad. Nos volvimos esquizofrénicos, dividimos nuestra persona para sobrevivir al avance de la sociedad de consumo yendo en contra de nuestra verdadera esencia. Nos hicieron creer que para ser dignos necesitabamos dinero y todas las cosas que con él se pueden comprar, nos montaron dioses en pedestales de tecnología y marcas de renombre. Y ahora somos más concientes y ya no buscamos los últimos modelos de tal o cual cosa...y reducimos al máximo nuestras necesidades...incluso hasta podemos plantar nuestros propios alimentos....pero sin embargo continúa la pregunta inevitable ¿de que viviremos si no trabajamos? porque parece que hay un mínimo de dinero indispensable para poder desplazarnos, conocer otros lugares, otras personas, realizar intercambios, jugar...
¿Cómo podemos resolver esta contradicción sanamente y en concordancia con nuestra esencia?
Dice Tagore en su Sadhana:
"El "espíritu benéfico" es el que nos hace ver en la necesidad (svartha) que experimenta un otro yo, la necesidad inherente (nihitartha) a nuestro propio yo. Es lo que muestra que nuestro gozo consiste en emplear diversamente nuestros múltiples poderes en la gran obra de la humanidad. 
Cuando laboramos bajo la dirección de ese espíritu benéfico, nuestra actividad se regula pero no se mecaniza. Es una acción que no se ejerce bajo el aguijón de la necesidad, sino que la estimula la satisfacción del alma. Esa actividad deja de ser una ciega imitación de la de la multitud, un cobarde conformismo con los dictados de la moda. Ahi empezamos a ver que "El que está en el comienzo y el fin del universo, que El es la inspiración de nuestro propio afán, y que, por consiguiente, toda nuestra actividad esta impregnada de paz, de alegría, de bien." El Upanishad nos dice
El conocimiento, la potencia y la acción son de Su naturaleza. (Up 6, 8)
Sólo porque la conciencia de esta verdad todavía no ha pasado a ser natural en nosotros es por lo que tendemos a separar el gozo del trabajo.
Nuestro día de trabajo no es un día de gozo: para ello necesitamos un día de asueto. 
¡Cuan miserables somos, que no podemos encontrar nuestro asueto en el seno del trabajo!
Y sin embargo, el río halla el suyo en su carrera hacia el mar; y en su llamear el fuego; y la flor al derramar su perfume, pero nuestro trabajo cotidiano no representa para nosotros ningún esparcimiento......." (Sadhana 174-75)


Esta claro entonces que la clave es hallar en gozo en nuestra actividad, no ya movidos por la necesidad sino por el placer de expresar nuestra esencia. Pero ¿como hallar esa actividad que es la que resuena con nuestra esencia? ¿que podemos preguntarle a nuestro niño, a nuestro corazón para saber si estamos en el camino, en el lugar donde podemos dar lo mejor de nosotros?
Observa lo que hacen los niños a cada rato...ellos preguntan y se preguntan ¿a que puedo jugar? ¿a que podemos jugar? Y no se preguntan que rédito les dará ese juego, el rédito está en el placer de jugarlo.
Y parte de ese placer es la seguridad de saber que es un juego, y que como tal, son libres de cambiar de rol  o de actividad cuando se aburren o se cansan. Ellos reconocen cuando un juego ya ha dado todo lo que tenía que dar y cambian libremente, no se quedan apegados a unos roles o necesidades. No dicen: "estudie tal cosa durante tantos años y a partir de ahora dedicaré mi vida a esto" o "es lo único que puedo hacer con la experiencia o los conocimientos que tengo". Para el niño no hay nada imposible, ellos inventan su juego (trabajo) y crean las reglas y las cambian cada vez que es necesario. Y descubren los conocimientos que necesitan para jugar el juego sin necesidad de obtenerlos bajo el reconocido título de una prestigiosa universidad. Ellos saben que el verdadero conocimiento es dado por la curiosidad y la construcción propia.
Entonces, cuando te toque esta etapa de la vida, preguntale a tu niño:
¿ a que quieres jugar ahora?
Y si no encuentra la respuesta, ayudalo como se hace con los pequeños: ponlo en contacto con nuevas experiencias, con nuevos materiales y paisajes, dejalo explorar hasta que encuentre el juego y de un salto de alegría...no lo limites ni lo subestimes..
¡Convierte tu trabajo en tu juego! Esa es tu verdadera renuncia!

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