domingo, 25 de diciembre de 2011

El disfraz


Disfrazarse es algo que siempre hacemos de niños de forma natural y sin verguenza alguna. De hecho todas las culturas a lo largo de la historia han encontrado en esta práctica una forma de festejo,el momento de pasar a ser otro, de darle la posibilidad al ego de liberarse de atavismos sociales y jugar...
Hay algo muy liberador realmente en esta experiencia, es como unas mini-vacaciones por otras zonas de nuestro propio ser que habitualmente no exploramos y aun más, es un viaje, si lo hacemos de modo consciente, por otros modos de ser, por la diversidad de las manifestaciones vitales. Podemos convertirnos en hadas, brujas, lobos, angeles, demonios o lo que sea...y recordar entonces que todos estamos unidos por una esencia unica bajo distintas pieles. POdemos tomar conciencia de que también nuestra apariencia cotidiana es un disfraz, sólo que nos hemos acostumbrado tanto a él que ya no lo consideramos de esta forma.
Sentir esto nos abre un mundo de posibilidades. Ya no estamos atados a el disfraz de la personalidad que cuidadosamente (o descuidadamente muchas veces) nos hemos construido durante años. Podemos decidir en cualquier momento "este disfraz ya no me gusta: lo cambiaré por otro"
Y también...también...podemos de pronto sentir la necesidad de buscar quienes somos en verdad si decidimos en un instante quitarnos todos los disfraces y experimentar la belleza de la desnudez de nuestro ser...algo que asusta por cierto pero que puede llegar a ser la experiencia más importante de nuestra existencia...

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